
La
corriente que pasa una sola vez por los reactores nucleares utiliza
sólo el 1% de la energía potencial disponible en el uranio, dejando el
resto contaminado radiactivamente como “desechos nucleares”. Si bien el
desafío técnico que presenta la eliminación geológica es manejable, el
desafío político de los desechos nucleares limita en gran medida el
interés presentado por esta tecnología energética de cero carbono y
escala muy regulable. El reciclaje de combustible agotado y la
reproducción de uranio 238 como nuevo material fisible – denominado
Nuclear 2.0 – prolongarían durante siglos los recursos de uranio ya
extraídos, reduciendo considerablemente al mismo tiempo el volumen y la
toxicidad a largo plazo de los desechos, cuya radiactividad disminuiría
por debajo del nivel del mineral de uranio original a una escala de
siglos en vez de milenios. Esto reduce en gran medida el reto de la
eliminación geológica (y hasta cabría decir que la tornaría innecesaria)
y hace que los desechos nucleares sean un problema medioambiental de
menor importancia en comparación con los desechos peligrosos producidos
por otras industrias. En varios países se están desplegando tecnologías
de la cuarta generación – como los reactores rápidos enfriados por metal
líquido – ofrecidas por empresas de ingeniería nuclear arraigadas.
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